03. PAZIENCIA
Paz era la mejor investigadora científica
de su campo. Decenas de sus artículos se publicaban en las revistas
especializadas más importantes de todo el mundo y eran incontables las
conferencias que daba en reconocidas universidades. Un sol cálido
entraba por los ventanales de su despacho mientras Paz acababa de
redactar los últimos hallazgos en su nuevo proyecto. Sin duda, este
sería el definitivo. El que haría que su carrera subiera como la
espuma, si eso fuera aún posible… Paz sonrió satisfecha ante la
pantalla de su ordenador.
El teléfono la sacó de su ensoñación. Era su asistente que con voz alarmante la informaba que el laboratorio estaba en llamas. ¿Cómo? Paz no daba crédito a sus palabras. ¿Qué ha pasado? ¿Un accidente? Pero, ¿Cómo?
Cogió su bolso y arrancó su coche. Meses de trabajo… a la basura. Paz
aceleró el vehículo y con cada marcha el paisaje se hacía más borroso.
Lágrimas de rabia caían por sus mejillas. Tanto esfuerzo, tantas noches
sin dormir, el agotamiento… Todo perdido. La velocidad aumentaba y
pronto Paz dejó de ver los peatones a su alrededor, los coches
desaparecieron, el horizonte se convirtió en un agujero negro y Paz dejó
de ser ella misma. Una luz en rojo y el pie al fondo del acelerador.
Un camión que no pudo frenar a tiempo y Paz empezó a dar vueltas de
campana en el interior de su coche. La oscuridad y sirenas de servicios
de emergencia.
Dos
meses más tarde. Una chica rubia abría sus ojos verdes en una
habitación de hospital. Dolorida y desorientada Paz se preguntaba dónde
estaba. Intentó moverse pero estaba encadenada a tubos y máquinas.
Enfermeras acudieron rápidamente a dar la bienvenida a la bella
durmiente. No acababa de entender lo que le explicaban. Un semáforo en
rojo, un camión que se cruzó en su camino, un siniestro total y dos
meses en coma. A pesar de todo, era afortunada porque había sobrevivido a
un accidente tan brutal. Paz no sabía si llorar, reír o volver a caer
en coma.
Los
días pasaron y nadie vino a visitarla. La rehabilitación era dura pero
necesaria y Paz mejoraba poco a poco, a paso de tortuga, lenta pero
segura. Dejó la silla de ruedas para pasear con un andador. Las
operaciones se iban repitiendo y el dolor era su mejor amigo. Casi seis
meses después del fatídico accidente, alguien vino a visitarla. Su
asistente. Su cara era un poema de culpa y lástima. ¿Cómo estás? En un par de meses me dan el alta. ¡Estupendo! La recta final… Debe ser duro… ¿Qué tal por el laboratorio? Bien. Oh, ahora eres el supervisor del proyecto. Enhorabuena. Lo siento. Espero que te mejores pronto. Sí, ya falta menos. Bueno ya sabes lo que dicen: Paciencia, es la madre de todas las ciencias.
Publicación de origen:http://www.paziencia.com/blog/paziencia/
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