11. LA VENTANA
La casa llevaba cerrada ya demasiado tiempo.
Abrí la puerta de entrada con esfuerzo. Las bisagras chirriaron oxidadas por las
inclemencias del tiempo. Al entrar, el polvo suspendido en el aire atascó mis
vías respiratorias. Fueron unos segundos de ataque furtivo. Mis ojos lloraron,
mi garganta carraspeó. La oscuridad lo inundaba todo. El olor a cerrado era
nauseabundo. La falta de luz me asustaba, así que me di prisa en abrir los
porticones de madera. Una luz plateada suavizó la atmósfera. Entonces maldije aquella
reunión eterna, el tráfico lento a la salida de la ciudad y los trabajos
infinitos en la carretera. Me hubiera gustado llegar con luz diurna. Me hubiera
sentido más segura.
Busqué la linterna en mi bolso. Los plomos
deberían estar detrás de la puerta si recordaba bien. Y, como era de esperar,
seguían allí. Los subí y una luz
mortecina inundó la estancia. Las bombillas estaban envueltas en madejas de
telarañas que se enroscaban como las hiedras del jardín. Los muebles estaban
cubiertos con sábanas descoloridas y amarillentas. Pasé el dedo por el mueble
de la tele y se tiznó de gris. Me arrepentí de no haber llegado con más tiempo
una vez más. Dormir con tanto polvo no debía ser bueno. Me encogí de hombros y
me dirigí a la cocina. Dejé la bolsa de comida que llevaba en la encimera y
abrí el frigorífico. Funcionaba. Respiré tranquila. Guardé la bolsa en su
interior y me dirigí a la habitación.
Toqué el interruptor en la oscuridad. Una luz
apagada me deslumbró por un segundo. Barrí con la mirada la estancia. Polvo.
Sólo veía polvo. Puse cara de asco y salí a buscar mis trastos. Iba a pasar una
buena temporada en aquella casa cansada y era lo que había. Tendría que servir.
Había sido mi elección. Dejarlo todo y alejarme del mundanal ruido. Iba a escribir.
Escribir mucho. No sabía sobre qué. Pero iba a escribir. En tres viajes lo tuve
todo en la casa. Cerré con llave. Me di cuenta de la absurdidad acometida nada
más escuchar cómo los seguros del coche
se cerraban. No había nadie allí. Nadie podría llevarse mi coche. Estaba
segura.
Reposé mi cuerpo contra la puerta. Respiré
profundamente. Me sentí tranquila. Atrapé mi maleta. La abrí encima del colchón
y una nube de polvo me hizo toser con fuerza. Era irritante. Tosí, tosí y tosí
hasta que las lágrimas empezaron a caerme por las mejillas. El polvo
desapareció. Mis lágrimas habían encontrado la escusa perfecta para escapar y
rompí en un llanto profundo mientras deshacía la maleta. Lentamente, las
prendas iban adormeciéndose en los cajones recién desempolvados.
Un delicado golpeteo me sacó de la tarea que realizaba. Busqué por toda la habitación. No llovía, no pasaba corriente por ningún lado, no había nada suelto… Y entonces la vi. Vi aquella polilla que chocaba una y otra vez contra la luz lánguida como si quisiera traspasar la bombilla para atrapar el ansiado sol artificial. Me limpié las lágrimas con las yemas de los dedos. Y sonreí. Me acerqué a la ventana y la abrí de par en par. Una fresca brisa me acarició el rostro. Cerré los ojos y respiré profundamente. Pronto escuché un aleteo sutil que me pasaba por el hombro. Acompañé con la mirada el camino de la polilla adentrándose en la oscuridad de la noche. Desapareció. El bosque la acogió en sus brazos. Y yo... Yo volví a respirar.
También lo podéis encontrar en: http://www.paziencia.com/blog/la-ventana/
Un delicado golpeteo me sacó de la tarea que realizaba. Busqué por toda la habitación. No llovía, no pasaba corriente por ningún lado, no había nada suelto… Y entonces la vi. Vi aquella polilla que chocaba una y otra vez contra la luz lánguida como si quisiera traspasar la bombilla para atrapar el ansiado sol artificial. Me limpié las lágrimas con las yemas de los dedos. Y sonreí. Me acerqué a la ventana y la abrí de par en par. Una fresca brisa me acarició el rostro. Cerré los ojos y respiré profundamente. Pronto escuché un aleteo sutil que me pasaba por el hombro. Acompañé con la mirada el camino de la polilla adentrándose en la oscuridad de la noche. Desapareció. El bosque la acogió en sus brazos. Y yo... Yo volví a respirar.
También lo podéis encontrar en: http://www.paziencia.com/blog/la-ventana/
La metáfora es preciosa.
ResponderEliminarY la sincronía no deja de sorprenderme, como a ti :)
Quiero una casa para perderme :)
Un beso, guapa.
Gracias wapa!! No sabes cómo me alegro de que te haya gustado. Y la sincronía... De verdad que lo nuestro es para escribir una trilogía épica ;-) Yo no veo el momento de perderme en una casa, lejos, muy lejos y escribir. Sólo escribir. Un beso beauty!!
EliminarConsejo: la tipografía y el rojo, me hacían no querer leerte. pero eres muy guapa había que leerte. Jajaja
ResponderEliminarMe ha gustado, nunca pensé que se tratase sobre una tonta polilla, un bonito ritmo, creo que algunas comas deberían estar por algunos puntos pero me ha gustado lo narrado.
Me alegra que hayas encontrado alguna razón para leerme. Y que tanto esfuerzo te haya valido la pena. Al final te he hecho caso y he cambiado la tipografía y el rojo para que se pueda leer mejor.
EliminarCreo que puedes leer más allá de la polilla y encontrarás el tesoro escondido. Gracias por tus sinceros comentarios.
Asi me gusta mucho mas, se ve mas limpia la lectura. soy joven pero ando medio ciego. jajaja
EliminarPerfecto!!!
EliminarY yo ... Yo volví a respirar. Me ha encantado :)Sigue escribiendo así ^^
ResponderEliminarOhhhhhh Gracias wapa!!!! Seguiré escribiendo así. Un besote!!!
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