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Mostrando entradas de 2019

26. LA PLAYA

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Agosto. Javier estrenaba vacaciones tras unos meses duros de trabajo. La fusión había requerido más sacrificios de los anticipados y eso lo había superado. Cada vez que llamaba a uno de sus empleados para darle la noticia de su finiquito notaba cómo su moral iba minando. Eran sacrificios de sangre a un dios perverso y cruel que sólo le prometía la propia supervivencia. En aquel momento le pareció la mejor, o la única, de las soluciones posibles para salvar su empresa. Javier se despertó, se duchó y disfrutó del agua que caía por todo su cuerpo acariciando y apaciguando las heridas de guerra de los últimos meses. No podía creer que por fin dejara atrás aquella tortura de elegir y echar a las personas más prescindibles. Si hubieran sido prescindibles desde el primer momento ya no las hubiera contratado pero eso, al buitre, no le cuadraba de ninguna de las maneras. Podía iniciar el descanso del guerrero. Lo peor ya estaba hecho y, ahora, sólo tenía que esperar al reflote de su barc

25. EL GANADOR

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  —¿Pero cómo me has podido poner de nuevo con él? ¿Es que no sabes cómo es? Somos amigos pero es la quinta partida que nos toca juntos. Es inaguantable. Y lo sabes. Exijo que me cambies antes de que llegue y se entere… —Señor Pérez, buenos días. Mire qué sincronía; acaba de encontrar a su pareja de juego de hoy —saludó el recepcionista con una falsa sonrisa. El jugador del que hablaban acababa de traspasar el umbral de la puerta. —Vaya, qué casualidad, Jesús. ¡Otra vez juntos! Voy a dejar de creer en la casualidad y voy a empezar a sospechar que me escoges para ganar. Qué buen tándem hacemos, compañero— el señor Pérez se abrazó a su amigo Jesús mientras respiraba aliviado. A juzgar por su buen humor, esta vez no tendría conflictos con su compañero de partida. —Pues, sí, Antonio. No hay nada mejor que jugar con los amigos, ¿verdad? —mintió— venga, que los otros dos nos esperan en el tee de salida. Nos ha tocado el 10. —Sí, vámonos, que nos pilla un poco lejos. Ambos se

24. EL REGALO

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Abrió la carta que su hijo le había mandado a Papá Noel en secreto. Siempre lo hacía así: fingía meterla en el buzón lleno de purpurina roja y adornos navideños, pero lo que realmente enviaba era una copia en blanco de la misma carta recortada del catálogo del centro comercial. Tenía las manos rápidas y, aunque su retoño ya había pasado la edad de creer en el gordo vestido de rojo, él no se daba cuenta de que su madre se quedaba con sus deseos cada año.  Aquellas fiestas serían diferentes porque, no sabía cómo, se había quedado con la carta en blanco. Ignoraba cómo había cometido semejante error y entró en pánico. ¿Y ahora qué le compro? Le temblaban las manos. Ir a comprar un regalo sin saber lo que él deseaba se le hacía misión imposible. Sería la primera vez que tendría que adivinar qué quería su hijo.  —Hola, cariño, ¿has dormido bien hoy? ¿No habrás soñado con tu regalo de Navidad, no? Papá Noel, bajando por la chimenea con aquel paquete tan deseado, se toma la leche y