08. CRUCE DE CAMINOS
Ilustrador: Raúl Campuzano
María volvía a mirar el mapa que
tenía en las manos con preocupación. ¿Cómo había llegado a aquel lugar otra vez?
El mismo claro en el bosque, la misma roca, los mismos árboles. Se sentó por
tercera vez en la roca mientras intentaba leer aquel mapa ilegible, aquel mapa
que parecía escrito en otra lengua desconocida para ella. Lo lanzó contra el suelo
con frustración. ¿Y ahora qué? ¿Esperaba que alguien viniera a rescatarla como
una damisela en apuros? No podía ser. Si se había apuntado a la carrera de
orientación era para probar que podía hacer las cosas ella misma, sin la ayuda
de nadie, ser autónoma por un día, independiente… Por supuesto no había tenido
en cuenta que ya le costaba diferenciar la derecha de la izquierda en su vida
cotidiana… ¿Qué problemas podía tener en leer un mapa mientras corría por medio
del bosque? Ninguno… Optimista, sí que lo era… Miró el cielo azul y claro. No
había ninguna nube que manchara aquel tapiz impoluto. ¡Se estaba tan bien! Pero
el sol ya estaba alto y tenía que hacer alguna cosa por tal de llegar a la
meta, para llegar a casa.
María respiró profundamente, se
levantó lentamente y fue a buscar el mapa que el aire había enganchado en unas
margaritas silvestres. Lo giró varias veces hasta que encontró la posición
correcta de la representación geométrica en el papel arrugado. Por eliminación
escogió la senda de la derecha por dónde aún no había pasado. Volvió a
sumergirse en el bosque frondoso con la esperanza de encontrar la dirección
correcta. Caminaba y caminaba. María se sentía agotada. Sus pies se arrastraban
esquivando las piedras del suelo. Se arrepentía tanto de haber venido…. Ahora estaría en casa, leyendo un
buen libro o cocinando o simplemente dormitando en el sofá. Pero no, ella tenía
que hacerse la valiente y demostrar a todo el mundo que era capaz de ganar
aquella carrera. Orgullo traidor. No le volvería a hacer caso. Prometido. Ya
sabía, sin embargo, que no tardaría en romper esa promesa. ¿Tanto le importaba
lo que pensara la gente? El cansancio ya no la dejaba ni pensar. No tenía que
demostrar nada a nadie pero allí estaba ella, perdida en medio del bosque
demasiado engreída como para aceptar la ayuda de nadie. Ya no tenía fuerzas ni
para llorar. De repente, un único pensamiento le ocupó la cabeza: aquel
caminito tortuoso la llevaría a su destino, el que fuera, pero su propio
destino. Dejó de preocuparse y continuó el camino mirando el suelo, observando
detenidamente lo que pisaban sus pies. Un par de horas de atento deambular y
llegó a lo que parecía el final del camino, su destino estaba delante de ella…
Seguro que esta vez no se había perdido. Aguantó la respiración por unos
segundos como si estuviera a punto de zambullirse en un mar profundo, cerró los
ojos y dio su último paso.
María sonrió, sentía otra presencia
cerca. Debía ser otro participante que la ayudaría a encontrar la dirección
correcta. Emocionada, abrió los ojos. Allí había un participante. Tenía un
número adosado a su pecho, igual que ella; así que no había ningún tipo de duda
de que él era otro corredor. María se lo quedó mirando fijamente como si
mentalmente le estuviera llamando la atención. Entendió casi inmediatamente que
aquel hombre no podría ayudarla. Estaba sentado en su roca, aquella en la que ya
se había sentado ella tres veces, y miraba frustrado el mapa arrugado. Él también
estaba perdido.
-Hola- dijo ella tímidamente. Él levantó
la cabeza y la miró. Aquellos ojos negros se le clavaron directamente en el
alma.- ¿También te has perdido?
-¿Perdido? ¿Yo?- rió y se dirigió
a María sin dejar de mirarla.- Creo que nos acabamos de encontrar.
Y fue, en aquel preciso instante,
que, aquel desconocido, hizo recordar a María lo que era confiar en alguien. El
sol marcó el mediodía y el tiempo se paró, inexorablemente.
Publicación de origen:
Valors nº 97: Els castells (català)
Hermoso relato amiga, con un final aleccionador.
ResponderEliminarUn abrazo.
El otro día ya me estuve dando un buen paseo por tu blog (^^) Tengo todavía mucho por ver, pero lo disfruto tanto, como este relato tuyo ♥ Un besazo
ResponderEliminarGracias por vuestras bonitas palabras. Realmente me emociono cada vez que me dicen que gustan mis cuentos. Un abrazo!!!
ResponderEliminarMaravilloso relato, Érie. Lo he sentido, lo he vivido... Agradable final tras unos momentos tan angustiosos por parte de la protagonista. Me ha encantado ver que está publicado en papel. Besos :o)
ResponderEliminarMuy bonito Érie. Muy tierno.
ResponderEliminarMe gusta la secuencia angustiosa del centro.
Un beso!